Para porciones pequeñas y medianas, el microondas usa mucha menos energía que un horno y elimina el precalentado.
Un microondas típico consume entre 0,7 y 1,2 kW, frente a los 2–3,5 kW de un horno eléctrico, y no requiere 10–15 minutos de precalentado. Recalentar un plato de 300 g puede tomar 2–3 minutos (~0,03–0,06 kWh), mientras que en horno son 15–20 minutos (~0,6–1,0 kWh). Ese orden de magnitud menos se traduce en ahorro en la factura y menor huella de carbono, especialmente en hogares que recalientan a diario. Además, el microondas no calienta la cocina y reduce la carga del aire acondicionado en climas cálidos.
Velocidad extrema: del frigorífico al plato en minutos, con ciclos de descongelado y recalentado precisos.
Gracias al calentamiento volumétrico, el calor se genera dentro del alimento, no en el aire de la cavidad, logrando tiempos de 2–5 minutos para la mayoría de recalentados. Descongelar 500 g de carne puede tomar 8–10 minutos con programas por peso, frente a horas en la nevera o 30–40 minutos a baja temperatura en horno. Esta rapidez se traduce en productividad real: menos espera, menos planificación y más comidas caseras entre semana. Y al no manejar bandejas incandescentes, baja el riesgo de quemaduras y accidentes.
Cocción corta y con poca agua: mejor conservación de vitaminas y jugos que con horneados prolongados.
Diversos estudios culinarios y nutricionales muestran que, al reducir tiempo y agua, el microondas preserva mejor vitaminas termolábiles como la C y el folato que el hervido o el horno lento. Al cocinar verduras al vapor en microondas, la temperatura efectiva rara vez supera los 100 °C y el calentamiento es más uniforme, minimizando pérdidas por lixiviación. Para pescados, verduras y legumbres hidratadas, esto se traduce en sabores más limpios y texturas jugosas sin añadir grasas. No es magia, es física: menos exposición térmica y menos agua equivalen a menos degradación nutricional.
Control inteligente: inversor, sensores y algoritmos que afinan potencia y tiempo para resultados consistentes.
Los modelos con tecnología inverter suministran potencia continua y modulada, evitando los picos ON/OFF que resecan bordes y dejan centros fríos. Los sensores de humedad y temperatura ajustan automáticamente tiempos, y los programas por peso optimizan la descongelación en etapas. El plato giratorio y los distribuidores de campo mejoran la uniformidad; algunos equipos añaden grill o platos “crisp” para aportar dorado cuando hace falta. Esta electrónica convierte al microondas en una herramienta precisa y repetible, perfecta para cocinas modernas con ritmo alto.