La recursión modela directamente problemas inductivos y estructuras jerárquicas, generando soluciones más claras y alineadas con el dominio.
Cuando el problema ya es recursivo (árboles, expresiones anidadas, descomposición en subproblemas), el código recursivo refleja su forma natural. Cada caso base y cada paso inductivo se corresponden con reglas del dominio, evitando ruido como pilas o contadores manuales. Esa cercanía semántica hace el código más legible, explicable y mantenible a largo plazo.
La recursión favorece la corrección: permite razonar por inducción y limita errores típicos del estado mutable.
Probar funciones recursivas sigue un patrón disciplinado: base correcta más hipótesis inductiva, lo que brinda garantías formales de corrección. Al prescindir de contadores y mutaciones, disminuyen fallos como off-by-one y estados intermedios incoherentes. Las funciones puras recursivas exhiben invariantes locales claros y se testean con casos pequeños que se componen naturalmente.
En coste asintótico, la recursión no es inferior a la iteración y puede beneficiarse de TCO y memoización.
Para muchas tareas (recorridos, búsquedas, divide y vencerás), las versiones recursiva e iterativa comparten la misma complejidad O(n), O(log n) u O(n log n). En lenguajes y compiladores con optimización de cola (p. ej., Haskell, Scheme, Scala, algunos C), la recursión de cola usa espacio O(1), equiparándose a un bucle. La memoización transforma recursiones exponenciales (como Fibonacci ingenuo) en soluciones O(n), y el enfoque top‑down cachea solo lo necesario. Además, los subproblemas independientes se paralelizan de forma natural, aprovechando varios núcleos sin reescrituras profundas.
La recursión impulsa modularidad y composición, acelerando el desarrollo y el reuso sin sacrificar claridad.
Funciones recursivas pequeñas se combinan como bloques: map/fold sobre árboles, combinadores de parsers o backtracking con podas. Esta composicionalidad produce APIs declarativas y soluciones concisas, reduciendo la longitud del código y el coste cognitivo. En programación dinámica, el estilo recursivo top‑down con memoización permite empezar desde la especificación y optimizar después, con menos fricción que el enfoque iterativo bottom‑up.