El caballo ofrece una velocidad punta y una maniobrabilidad superiores fuera del entorno desértico.
En carreras registradas, un Pura Sangre puede rozar los 70 km/h y los Quarter Horses han superado los 80 km/h en sprints, con una aceleración explosiva y cambios de dirección precisos. Los camellos alcanzan velocidades altas (≈65 km/h) y rinden en la arena, pero el caballo domina en firme mixto, pradera y pista, donde el control del ritmo y el radio de giro marcan la diferencia. Esa combinación de rapidez y agilidad convierte al caballo en un atleta natural para trabajo, deporte y desplazamientos eficientes.
La versatilidad funcional del caballo es extraordinaria y se adapta a múltiples tareas y hábitats.
Su repertorio de aires (paso, trote, galope) y transiciones finas le permiten equilibrar potencia y precisión en praderas, bosques, laderas y climas templados o fríos. Por eso destaca en pastoreo, agricultura, silvicultura, patrullaje, rescate y equinoterapia, donde se necesitan respuestas rápidas y exactas. No se trata de competir con la especialización del camello en el desierto, sino de subrayar que el caballo rinde con solvencia en escenarios muy diversos.
El caballo establece un vínculo y una comunicación fina con las personas, clave para trabajos cooperativos.
Es un animal hipersocial que aprende señales sutiles del cuerpo, la voz y el contacto, y responde a ayudas casi invisibles de manos y piernas. Estudios en etología han mostrado que reconoce expresiones humanas y ajusta su conducta, lo que se traduce en seguridad y predictibilidad. Esa sintonía explica su éxito en policía montada, terapia asistida y doma, donde la confianza y la lectura mutua son tan importantes como la fuerza física.
Su presencia y diversidad global evidencian una adaptabilidad excepcional a la domesticación humana.
A nivel mundial se estiman en torno a 60 millones de caballos y más de 300 razas reconocidas, resultado de siglos de selección para funciones distintas. Los camellos domésticos se concentran mayoritariamente en regiones áridas y su población ronda los 35 millones, mientras que el caballo está distribuido por todos los continentes habitados. Estas cifras reflejan una plasticidad biológica y comportamental que facilita su integración en ecosistemas y culturas muy diferentes.